Los dracos ya fueron empleados en tiempos del tardo imperio romano en todo occidente, como una influencia adoptada de los pueblos dacios, quienes portaban estandartes muy similares con cabeza de lobo. Su uso se mantuvo en el tiempo de los visigodos y en la alta edad media como la utilidad de adivinar la dirección del viento de cara a las batallas, y por el impacto visual que suponía. En el tapiz de Bayeux se pueden ver algunos de ellos, que si bien cambiaron la forma con el paso de los siglos, seguían conservando la misma utilidad e impacto visual.
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