Otro testimonio es mucho más explícito y probará a nuestro
juicio que Olaf fue arrojado con su ejército más allá de la desembocadura del
Miño.
Este testimonio nos lo suministra la saga islandesa que
lleva el nombre del celebre vikingo: el fondo de este relato se encuentra en la
redacción que consultamos la cual es, según las curiosas investigaciones de los
sabios de Cristiania M, la más antigua que poseemos, y data de la segunda mitad
del siglo XII (entre 1170 y 1180): pero existen fragmentos de una redacción aún
más remota y que paree ser de la primera mitad del siglo XII. Es decir, de la
época en que comenzó a escribirse la tradición oral. Los datos por tanto de
esta saga merecen un examen muy serio, aunque sólo sea por su antigüedad y como
nombra a los Karlsar, como el punto más lejano a que llegó Olaf en su
expedición, debemos investigar lo que debe entenderse por esta palabra.
Schaening sospechó si era el Miño, opinión en que no nos
detendremos; pues aunque estamos convencidos de que Olaf estuvo en ese río, no
vemos razón ninguna justificada para que le diese el nombre de Karlsar. En el
diccionario geográfico que forma el tomo
XII de los “scripta historia islandorum”, obra de profunda erudción, se halla
una expedición enteramente distinta. Los autores de este precioso trabajo
traducen: Karlsar por las aguas de Carlos.
Y después de decir que los normandos tenían la costumbre de cambiar los nombres
de los lugares extranjeros en nombres que tuviesen para ellos alguna
significación, piensa que por Kalrsar o
aguas de Carlos debe entenderse el Garona; opinión adoptada por los sabios de
Cristiania M. Munch, Keyser y Unger.
Sin negar la exactitud de la hipótesis que sirve de punto de
partida a estos eruditos, debemos sin embargo manifestar que el conjunto del
relato, al menos a nuestro parecer, no consiente pensar en el Garona. Desde
luego la saga dice formalmente que los hombres que viven cerca del Karlsar son
paganos e idólatras; y digan lo que quieran los autores del diccionario
geográfico a nosotros nos cuesta trabajo admitir que Olaf y sus compañeros, que
eran cristianos, aunque muy malos y con gran supervivencia de tradición pagana
aun. Considerasen a los habitantes de Bordelés como adoradores de ídolos. En
segundo lugar, el país cercano a los Karlsar es evidentemente un “fairy-land”
como dicen los ingleses. Un país de encantamiento, si nos es permitido
expresarnos así. Pues Olaf encontró allí dos monstruos que mató. Un jabalí
enorme y una sirena qe los habitantes reverenciaban como dioses tutelares.
Ahora bien, ¿es verosímil que los normandos colocaran su
“fairy-land” en Francia, a orillas del Garona?. No lo creemos: Francia donde
habían hecho tatas correrías se parecía demasiado a los demás países cristianos
saqueados por ellos para que hubiese podido herir su imaginación hasta ese
punto. Por último, y ese argumento nos parece decisivo, la saga dice que Olaf
esperó en los Karlsar un viento favorable para pasar el estrecho de Gibraltar,
luego es evidente que no se trata del Garona, pues ningún hombre que esté en su
cabal razón, esperará en la embocadura de este río un viento propicio para
entrar en el Mediterráneo. Debe tratarse por el contrario de una localidad
cercana al estrecho de Gibraltar.
A nuestro parecer se refiere a la bahía de Cádiz; allí era
donde los barcos vikingos esperaban ordinariamente un viento favorable para
pasar el estrecho; allí donde moraban entonces los paganos, es decir los
musulmanes, pues es sabido que todos los pueblos cristianos miraban entonces a
los sectarios de Mahoma como idólatras. Allí en fin era donde los normandos
debieron colocar su “fairy-land”; pues para ellos, Cádiz, estaba al fin del
mundo. Los romanos creyeron lo mismo “terraran finis Gades” había dicho Silio
Italico.
Restamos pues explicar porque los normandos dieron a la bahía
de Cádiz el nombre de Karlsar.
A nuestro parecer este término no quiere decir las aguas de
Carlos, sino las del hombre, las del hombre grande, pues la palabra Karl
significa en todas las lenguas germánicas un hombre grande, fuerte, robusto. Por
eso un navío de Olaf cuya popa estaba adornada con una cabeza de rey, llevaba
el nombre de Karl Haefus (cabeza de hombre),y traduciéndolo de esta manera se
explicará fácilmente porque los normandos dieron este nombre a la bahía de Cádiz.
Todo el mundo ha oído hablar de las columnas de Hércules,
una estatua de bronce sobre pilares de piedra de seis codos de alto, que representaba a un
hombre con barba larga, vestido con un cinturón y un manto dorado que llegaba a
media pierna: con la mano izquierda oprimía los panes (sátiros del dios Pan)
contra su pecho y en la derecha, extendida hacia el estrecho, tenía una llave.
Se ve pues, que la muy característica denominación de
Karlsar (las aguas del hombre) se
explica por sí sola. Ese hombre de nueve pies sobre las columnas, esa estatua
verdaderamente colosal, debió herir la imaginación de los vikingos y es natural
que dieran a la bahía de Cádiz un nombre que, en aquel tiempo le convenía
perfectamente.
Reinhart Dozy – Los vikingos en España – (Expedición de san Olaf)
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